Nuestra imagen
personal es nuestra “Carta de Presentación”, es decir, es la puesta en escena
que nos diferencia de los demás. Por ello, la primera impresión que se lleva
alguien de nosotros es trascendental para definir el cauce que tendrá la
posible relación que allí se inicia. Desde la postura corporal, los gestos, el
tipo de ropa que vestimos, los zapatos que utilizamos, la minuciosidad de
nuestra indumentaria, hablan de nuestra personalidad. Es fundamental que hagamos
ver a los demás nuestra pulcritud en todos sus detalles y mostremos una imagen
armoniosa, que abarque tanto la parte física como nuestra condición humana.
Por ello,
la armonía entre la comunicación verbal y la no verbal es fundamental y más en
la política ya que nuestros adictos y los que pretendemos captar para nuestra
causa deben ver coherentemente el mensaje que se les transmite, sin que el
cuerpo, la cara o los gestos ofrezcan mensajes diferentes o incluso muchas
veces contradictorios a los que se manifiestan a través de la palabra.
La
sonrisa quizás sea el gesto más difícil de controlar y de utilizar
premeditadamente y esto la convierte en una gran baza o en un gran problema: es
un gesto que transmite seguridad y autoconfianza cuando es llano y sincero,
pero, si es falsa trasmite duda, inseguridad, desconfianza e incluso ironía.
La
interpretación del lenguaje del cuerpo, de la cara y de las manos ha sido
siempre más que un pasatiempo y los estudiosos de esta semiótica, como Flora
Davis, nos dice que el 93% de lo que comunicamos los seres humanos es por
medio de la comunicación no verbal: nuestro tono de voz, nuestra postura, las
micro expresiones de nuestra cara y algunos gestos…. son factores a tener muy
en cuenta.
Ralph
Waldo Emerson dijo aquello de que “Cuando los ojos dicen una cosa, y la lengua otra, el
hombre con experiencia confía en el lenguaje de los primeros.”
Con los políticos
la comunicación no verbal llega a su punto álgido, porque nos puede ayudar a
comprender sus emociones, a sentir la falsedad o verdad de su sonrisa, a si las
ideas o las intenciones que desgranan todos los días de campaña se las creen
ellos mismos, más que por estarlas expresando con palabras.
Esta semana, las
televisiones del país conectaron con la Academia de Cine y TV para retransmitir
el único debate que se realizara de cara a las próximas elecciones del 20N con
los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno, Rajoy y Rubalcaba.
Mucho ha cambiado en este tipo de debates desde aquellos años 60 en los que se
enfrentaron por primera vez en el mundo nada menos que Nixon y Kennedy. En
aquel debate se pudo observar un gran contraste de opiniones entre las personas
que lo habían escuchado por la radio y aquellas que lo habían visto por televisión.
Mientras los primeros decían que el claro ganador era Nixon, los segundos
apostaban por Kennedy. Nixon se encontraba recién operado de su rodilla y al
llegar a plato se negó a que lo maquillasen, por lo que se pasó el debate entero
entre gestos de cansancio e incomodidad. Mientras que a Kennedy sí le
maquillaron, por lo que se mostró con mucha más vitalidad que Nixon y una
imagen más morena y más fresca.
Que quiere decir,
simple y llanamente que en la actualidad un buen discurso no es nada si no va
acompañado con una buena imagen y las expresiones adecuadas. Este debate fue el
que reveló la gran importancia que tenía la comunicación no verbal en el mundo
del marketing político.
Si analizamos la
imagen externa de los dos candidatos, veremos cómo cada uno pretende ofrecer a
los ciudadanos una determinada estrategia comunicativa, de cara a que cada
persona que vea el debate obtenga una opinión crítica.
Antes de analizar
a los dos candidatos en su habitual forma de comunicarse con los ciudadanos de
este país, yo creo que por curioso habría que saber que tanto Rajoy como
Rubalcaba tienen, al menos, cuatro rasgos en común, que probablemente ustedes
ya los habrán detectado, aunque no se había dado hasta ahora en ninguna de las
elecciones democráticas habidas en nuestro país. El primer rasgo, que los dos
rondan ya los sesenta años, Rubalcaba los ha cumplido y a Rajoy le faltan un
par de años, es decir, ningún candidato hasta ahora sobrepasaba la cuarentena,
lo que nos indica que eso puede ser síntoma del envejecimiento de nuestra
democracia, como apuntaba algún periódico extranjero, o como yo creo, de que en
estos momentos los ciudadanos necesitan personas que les den cierta confianza a
través de la experiencia de quienes nos van a gobernar. Y los dos la tienen a
raudales. La segunda, que los dos, curioso, utilizan barba y ninguno de los dos
se la quiere quitar, forma parte de su personalidad y de la imagen de pericia
sabiendo que la misma les hace mayores. Tercera, que aún, como ha ocurrido, el
PSOE ha usurpado y utilizado los mismos colores corporativos que su
contrincante el PP, los dos en esta campaña están utilizando el azul, como
color de referencia que ofrece serenidad. Se podría decir que ¿los socialistas
están intentando confundir al electorado? Y el cuarto punto, que los dos son
del mismo equipo de futbol, el Real Madrid. Muchas coincidencias.
De esa comunicación no verbal, a la que venimos haciendo referencia,
extraemos que se pueden estudiar tres apartados, peluquería, estilismo y
maquillaje.
En cuanto a peluquería en Mariano Rajoy se ha podido observar un cambio en la coloración del cabello. Se ha
oscurecido, ocultando las canas, creando, sin embargo, un gran contraste con la
barba que conserva su color original canoso. En el caso de la barba, se ha
optado por conservarla casi sin recortarla, pero manteniéndola poco poblada.
¿Que se ha
pretendido con el oscurecimiento del cabello? una clara intención de dar un
aspecto más juvenil al candidato Rajoy, ya que habitualmente se asocia el pelo
canoso con la tercera edad. Con la barba se conserva la misma estrategia que
con el cabello, la decisión de mantenerla es un recurso para ocultar las
arrugas del rostro, fruto de la edad, y ocultar también las señuelas que le
dejó un accidente automovilístico. Uniendo cabello y barba en cuanto a señas de
identidad de su rostro lo que se ha conseguido es que globalmente su aspecto
sea más juvenil. Se ha tratado de recortar la edad visual del candidato.
Mariano Rajoy no
era hasta estas elecciones muy dado a la moda, al estilismo, más bien remaba contra corriente, y sin embargo en estas
se ha podido ver una clara evolución. En su anterior etapa utilizaba trajes
oscuros de una talla superior a la que debería, y se caracterizaba por la utilización
de corbatas grandes de colores y estampados demasiado llamativos.
Frente a las
inminentes elecciones los trajes han pasado a ser mucho más entallados y los
colores oscuros se han sustituido por algunos claros, en su mayor parte azul y
blanco que dan calidez y armonía a su imagen. Las corbatas han pasado a ser en tonos azules, lo que
conlleva por otra parte, como no podía ser de otra manera, la utilización de la
imagen corporativa del Partido Popular. Pero es más, sus asesores de imagen,
han hecho que en el mitin de Canarias Rajoy apareciera incluso con unos
pantalones vaqueros y una camisa blanca abierta. Aire juvenil en tierras
cálidas.
Y por último, en
cuanto al maquillaje, cabe destacar el trabajo con photoshop al que se ha sometido el candidato Popular. Es una
alternativa rápida para el lavado de imagen que no requiere de tiempo y
esfuerzo por parte del candidato teniendo en cuenta su apretada agenda. En
lugar de mejorar la forma física mediante el deporte se procede a modelar su
silueta mediante el photoshop. Ocurre con los dientes y la eliminación de
arrugas del rostro. Todo ello le confiere una imagen más limpia y rejuvenecida,
capacitada para llegar a sectores más específicos y asemejarse a candidatos
políticos que lograron la victoria gracias en parte a una imagen impecable,
como Obama.
Sin embargo, en el
debate televisivo pudimos ver a un Rajoy extremadamente maquillado, igual que
Rubalcaba, que en algunos momentos nos hizo pensar en un cierto
“acartonamiento” del rostro. Tanto maquillaje puede proporcionar una imagen no
real de los candidatos.
El candidato Popular
hay que decir que es un buen comunicador oral, sin embargo, una vez que analizamos
globalmente a Rajoy, juntando comunicación verbal y no verbal aparecen ciertas
inseguridades que nos demuestran que su aparente seguridad es fruto de un
aprendizaje previo y no de una aptitud nata. En lo que a la fluidez se refiere
su problema de dicción con la letra “s” entorpece notablemente el discurso.
La mirada, en el
caso de Mariano Rajoy, debería mejorar. Siempre que la aparición pública del
candidato requiere de la lectura de un discurso, pierde rápidamente el valor
comunicativo mirando continuamente al papel y elevando la mirada hacia sus
oyentes durante escasos segundos de manera repetitiva. Y además en algún
momento parece que tiene estrabismo.
Los movimientos
posturales de Rajoy han pasado de unos andares que algunos medios de
comunicación definían como “con movimientos poco acompasados, quizás torpes” a
mantener una postura erguida, con paso decidido y ligero, mucho más natural.
Y por último, bien
aconsejado, utiliza en sus mítines siempre el mismo gesto con la mano de arriba
hacia abajo denominado gesto batuta, que indica firmeza y se utiliza para
matizar y reafirmar lo que se expresa en el discurso mediante la palabra. La mayor arma
de Mariano Rajoy es la apariencia amable y cercana que transmite físicamente.
En cuanto al
candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, la peluquería poco se puede analizar sobre el
peinado. La barba de Rubalcaba es un recurso para paliar precisamente la calvicie
en la zona superior. También, al igual que ocurre con Rajoy, en el caso de
Rubalcaba se utiliza para esconder evidencias de la edad en el rostro y dar igualmente
una imagen más juvenil que contrarreste la edad real del candidato, acrecentada
por esa calvicie.
El estilismo de Rubalcaba no ha
sufrido una transformación tan evidente como la del candidato Popular. Lo único
que se ha intentado ha sido suavizar su imagen mediante la paleta de colores. Antes
utilizaba siempre tonalidades oscuras en los trajes, apoyadas con corbatas azul
marino y corinto. Todo ello ha pasado a convertirse en un estilo más armonioso
mediante la utilización de camisas blancas, azul claro, y corbatas en la misma
línea incluyendo ahora los mítines en los que las sigue utilizando en alusión
al color que ahora tiene de fondo en todas sus comparecencias, el azul. El
aspecto es más desenfadado y cómodo dentro siempre de la elegancia, que transmiten
en el candidato una imagen más humana y menos estricta que la anterior. Sin
embargo, tiene un enorme defecto que sus asesores de imagen tratan de corregir,
en algunas ocasiones aparece con pantalones vaqueros, pero su hechura es de los
años sesenta, es decir, son vaqueros que no le favorecen nada, que no son
modernos.
El maquillaje
al que se expone Rubalcaba a través del retoque fotográfico es menor
que el de Rajoy. Son estrategias diferentes que pretenden lanzar mensajes
distintos. Rubalcaba apuesta por la naturalidad y potencia su aptitud como buen
orador sin necesidad de centrarse mucho en una campaña de imagen.
La voz de
Rubalcaba tiene un volumen variable dependiendo de los momentos del discurso,
tono firme, entonación correcta, la velocidad es variable según el ritmo del
discurso. Hace uso de silencios retóricos en momentos concretos para mantener
la atención o resaltar una frase dejando que el público medite en ella y la
asimile.
Y en cuanto a la
comunicación visual es uno de los recursos que más utiliza el candidato
socialista como orador. Sabe que tiene unos ojos que con el paso de los años
han caído un poco pero que eso le provoca una cierta mirada infantil y de
picardía de los niños pequeños. Lo sabe y lo alimenta. Mantiene constantemente
el contacto visual con los receptores haciendo partícipe a cada uno de ellos de
sus palabras.
Rubalcaba posee un
lenguaje gestual bastante rico. Utiliza durante sus disertaciones gestos
ilustradores, tanto apuntadores como espaciales y batuta. Sin embargo, al igual
que Rajoy, el candidato socialista abusa de gestos repetitivos de arriba hacia
abajo con las manos en forma de pirámide que resultan demasiado reiterativos y
distraen al oyente del propósito y objetivo de lo que emite con sus palabras.
Es en la semiótica
postural donde quizá más falla Alfredo Pérez Rubalcaba. Su postura, lejos de
ser erguida, es demasiado encorvada y la naturalidad de la que goza en sus discursos
se convierte en una postura estática y sin lenguaje corporal cuando lee los discursos.
Quizás por eso, y
por la diferencia de altura entre Rajoy y él, el Partido Socialista desechó
inmediatamente la idea de hacer un debate de pie, frente a un atril cada uno de
los candidatos.
Y volviendo al debate,
tendría que decir que el formato no gustó a los profesionales del periodismo,
entre los que me encuentro, sin entrar en el costo que supuso, medio millón de
euros, con la que está cayendo. Y no gustó porque es un debate absolutamente
encorsetado, y como decía el otro día el Presidente de la Asociación de la
Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, los periodistas ya no servimos ni
como “atrezzo”.
A mi me hubiera gustado el formato de periodistas preguntado a los candidatos.
Hubiera sido mucho más fresco y dinámico, y a lo mejor nos hubieran aclarado
eso del “modelo austriaco”.
Profesor de
Habilidades de Comunicación
Universidad
Camilo José Cela
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