Publicado en REVISTA PROTOCOLO: http://www.revistaprotocolo.com/protocolo-social/comunicacion/3135-usos-y-abusos-del-telefono-movil.html
El teléfono móvil es ese maravilloso instrumento que nos permite estar continuamente localizados, comunicados y conectados con el mundo exterior, facilitando con ello las relaciones y los negocios. Facilitando la vida, en definitiva.
Aquel pequeño aparato que comenzó siendo un artilugio para hablar sin las limitaciones del cable telefónico, fue incorporando prestaciones e integrando reloj, agenda, calculadora, cámara de fotos, vídeos y grabadora. En la actualidad ya se puede utilizar incluso como portador de un código que nos permite acceder a una puerta de embarque o como monedero electrónico, además de la conexión ilimitada al correo electrónico, Internet y todas sus inmensas posibilidades.
Este es solo el principio de una larga carrera en la que veremos cómo otros prodigios de la ciencia y la tecnología van llegando a nuestras vidas para quedarse. Pero precisamente por las infinitas utilidades que le encontramos, pocas veces reparamos en la facilidad que tiene el móvil para transformarnos en sus esclavos, haciendo que su uso se vuelva un abuso y convirtiéndose en una molestia para los demás. El uso correcto y racional del teléfono móvil debe tener en el horizonte las normas básicas de la buena educación y la cortesía que rigen en las relaciones interpersonales, sin que ello signifique que tengamos que renunciar a sus beneficios. Se trata de respeto y consideración.
No necesito decir que antes de entrar en un lugar donde se requiere silencio, como el cine, una iglesia, un concierto o una conferencia, es imprescindible apagar el teléfono. En estos casos, no es suficiente con silenciarlo, puesto que si suena, aunque sólo se active el vibrador, también sería incorrecto contestar, ni siquiera en voz baja. Si alguien no puede permanecer una o dos horas sin el móvil activo, sencillamente es mejor que no acuda al evento.
Pero ocurre lo mismo en otros lugares públicos, como puede ser una cafetería, una consulta médica o un vagón del metro. En estos casos, conviene accionar el modo silencioso, porque el mero hecho de que empiece a sonar una música estridente a todo volumen resulta molesto para los demás usuarios presentes. Imaginemos que suenan varios teléfonos y todos sus propietarios comienzan a hablar al mismo tiempo. Sería insoportable. Si fuera necesario contestar a la llamada que surge mientras estamos en un lugar público, no sería oportuno mantener una larga conversación que obligue a los demás a escuchar los pormenores de algo que no es de su incumbencia. Hablar lo mínimo, en voz baja y discreta y colgar cuanto antes con una excusa educada es lo adecuado.
En el caso de acudir acompañado a un restaurante, considero una incorrección que alguien ponga el móvil encima de la mesa. Con este gesto está diciendo a sus acompañantes que en cualquier momento la conversación se verá interrumpida por una llamada o, lo que es lo mismo, que su compañía es secundaria frente a la importancia del que le reclame por vía telefónica. Ahora bien, si aún dejando el móvil guardado, éste suena y resulta imprescindible contestar, lo correcto es disculparse antes con los contertulios y abreviar la conversación telefónica en lo posible. Al colgar, reiterar las disculpas y retomar la conversación interrumpida. Idéntica recomendación sirve para cualquier otra situación en la que una llamada corte una conversación personal.
Pero la misma prudencia y discreción hay que tener para contestar una llamada que para efectuarla. Me explico. Por sus propias características, el móvil acompaña a su dueño a todas partes y a todas horas, por lo que cuando alguien realiza una llamada, ésta puede irrumpir en la vida del destinatario en un momento inoportuno. Por eso, conviene tener la consideración de preguntar, tras el saludo inicial, si es buen momento para hablar o si, por el contrario, nuestro interlocutor prefiere que le llamemos en otro momento, en lugar de lanzarse inmediatamente a una perorata sin saber si el oyente tiene tiempo de escucharla. También puede ocurrir que el destinatario de la llamada no conteste. En este caso, no es necesario insistir, puesto que verá la llamada perdida y la devolverá en cuanto pueda. Si lo que hace el receptor de la llamada es colgar sin contestar, hemos de interpretarlo como una imposibilidad de atender al teléfono, por lo que tampoco entonces es adecuado insistir. De lo contrario, estaríamos siendo doblemente inoportunos. A ambos lados de la línea hay personas y nadie tiene la obligación de estar disponible en todo momento.
El buen uso del teléfono móvil reporta una serie infinita de ventajas. No hagamos que éstas se conviertan en inconvenientes sólo por no utilizarlo con raciocinio, inteligencia y consideración.
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