7/3/11

RIFIRRAFE EN VALENCIA. ¿PROTOCOLO O CORTESÍA?, por Olga Casal











Hace unos días la prensa se hacía eco de un rifirrafe entre Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, y Ana Botella, miembro del PSOE y delgada del gobierno recién llegada a esa comunidad. En un acto público ambas discutían sobre cuál de las dos debería hacer la primera visita a la otra, habida cuenta de que la delegada acababa de ocupar su cargo, tras varios años en la oposición municipal.
La alcaldesa aludía al hecho de que llevaba dieciséis años ostentando la alcaldía y, por ello, la delegada debería solicitarle audiencia para presentarse. A su vez, Ana Botella hacía referencia al R.D. 2099/1983 de precedencias en el Estado, en el que el delegado del gobierno va por delante del alcalde en el ámbito de las comunidades autónomas.
Dejando aparte el hecho de que no parece muy oportuno discutir (ni de esto ni de ninguna otra cosa) en público, creo que ambos razonamientos se caen por su propio peso. Como ya apuntaba mi amigo y compañero Juan de Dios Orozco en su blog, la referencia al R.D. no tiene cabida en este caso porque no se trata de un acto oficial ni está regulado de ninguna manera. Pero tampoco la antigüedad en el cargo es en este caso un argumento.
Desde mi punto de vista, y ante la falta de normativa al respecto, lo lógico es aplicar las sencillas y elementales normas de la cortesía, el respeto y el sentido común: la delegada toma posesión de un cargo público en la ciudad y deberá presentarse a los ciudadanos en la persona de su legítima representante, que es la alcaldesa. No veo que esto sea tan difícil de discernir. Ahora bien, si la evidente enemistad personal y el hecho de que pertenezcan a partidos distintos les impide ver algo tan obvio, es que están anteponiendo sus intereses o los de sus partidos a los intereses ciudadanos, lo que las descalifica  para el ejercicio de un cargo público.
La circunstancia de que el desacuerdo haya tenido lugar ante los medios lo ha convertido en noticia. (No olvidemos que éste es un país de cotillas y cualquier desencuentro o salida de tono pasa inmediatamente a primera plana). Y la consecuencia directa de ello es que ahora cada una de las rivales se encastillará en sus posiciones, por miedo a que parezca que está claudicando si da su brazo a torcer. Personalismo, falta de humildad, cortedad de miras, intereses partidistas,… se me ocurren muchas maneras de calificar este entuerto. Pero, una vez más, se pone de manifiesto que los políticos de este país siguen sin comprender que en el ejercicio de su cargo están representando a las instituciones y eso les obliga a comportamientos éticos y dignos. ¿Es tan difícil de entender?

2 comentarios:

  1. Comparto tu razonamiento. Además, durante toda la vida siempre se presenta el que llega. Puro protocolo social, buenos modales, urbanidad, llamémosle como queramos.

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  2. Yo también lo veo claro, Carmen. Gracias por seguirme y un abrazo,

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