Sus usos son múltiples y sus variantes también. Hay velas de todos los tamaños, formas y colores que podamos imaginar, flotantes, aromáticas, antimosquitos, antitabaco… Pero es necesario utilizar el sentido común a la hora de seleccionar las más adecuadas, porque no todas sirven para todo. Debemos escogerlas en función del evento que celebremos, el ámbito en que se desarrolle, el estilo decorativo elegido. Pero siempre recordando que las velas únicamente tienen cabida por la noche. Durante el día pierden totalmente su sentido.
Si las velas van a formar parte de la decoración del centro de mesa -bien en portavelas o bien incluidas en el arreglo floral- es importante que no tengan olor ni desprendan humo, ya que interferirían en los aromas de los vinos y los alimentos.
Por otra parte, han de tener una calidad suficiente como para que no se consuman a los pocos minutos de encenderlas desparramándose sobre el mantel o las flores. Su duración será, como mínimo, la misma que la cena a la que acompañan. De otra manera, corremos el riesgo de que antes de llegar a los postres el centro de mesa se haya convertido en un triste amasijo de flores chamuscadas, con lo cual habremos conseguido exactamente el objetivo contrario al que nos habíamos propuesto. ¡Vaya desastre!
En cuanto a los soportes, hay muchísimas posibilidades, desde el clásico candelabro de uno o varios brazos, a fanales transparentes, candiles o portavelas de cristal dispuestos alrededor del arreglo floral de una manera coherente y estética. Aquí la creatividad juega un papel fundamental para saber elegir cuál será más idóneo en cada momento, teniendo en cuenta condicionantes como la vajilla, la mantelería, la cubertería y otros elementos que forman parte de la mesa. Todo debe formar un conjunto armónico y equilibrado.
Pero no sólo en la mesa tienen cabida las velas. También son útiles para crear ambientes cálidos, rincones agradables que inviten a la conversación e incluso para trazar caminos y recorridos. Por ejemplo, flanqueando el camino de entrada a un banquete, bordeando una piscina o flotando en ella junto a pétalos o flores. En cualquier caso, el buen gusto y el sentido de la estética son imprescindibles para utilización de este elemento decorativo, sin olvidar las medidas de seguridad necesarias para evitar el peligro que conllevan.En cuanto a los soportes, hay muchísimas posibilidades, desde el clásico candelabro de uno o varios brazos, a fanales transparentes, candiles o portavelas de cristal dispuestos alrededor del arreglo floral de una manera coherente y estética. Aquí la creatividad juega un papel fundamental para saber elegir cuál será más idóneo en cada momento, teniendo en cuenta condicionantes como la vajilla, la mantelería, la cubertería y otros elementos que forman parte de la mesa. Todo debe formar un conjunto armónico y equilibrado.
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