La gala, que prometía ser un espectáculo memorable, resultó, como siempre, larga, tediosa y aburrida: demasiados premios, demasiados discursos (todos iguales), demasiados besos, demasiados vídeos…
Nada fue lo que esperábamos. La expectación que se había creado, con mucho acierto por parte de la organización, comenzó cuando días antes la Gran Vía madrileña se convertía en una réplica del Paseo de la Fama, con las aceras cuajadas de estrellas que reproducían los nombres de cada uno de los nominados, al más puro estilo hollywoodiense.
El interés creció cuando comenzamos a ver los preparativos del entorno del Teatro Real, con 2000 metros de moqueta que este año recuperaba el color rojo de los grandes eventos al retirarse el patrocinador principal de años anteriores que obligaba a utilizar una alfombra verde muy poco favorecedora. Al desaparecer el patrocinio privado, en 2011 los costes recaen íntegramente sobre las arcas del Estado, en forma de Ministerio de Cultura, Loterías del Estado y TVE, que paga una sustanciosa suma por los derechos de retransmisión.
El montaje del exterior del Teatro fue muy acertado. A diferencia de ocasiones pasadas en los cuales los invitados a la gala esperaban en el hotel frente al Palacio Municipal de Congresos, en esta edición los asistentes llegaron en limusinas proporcionadas por la organización, que también previó una noche fría y lluviosa, que le llevó a instalar una marquesina para que los asistentes pudieran resguardarse en el tramo descubierto que les conduciría al Teatro.
Un busto de Goya de siete metros de altura y 1300 kilos de peso, que se tardó seis meses en fabricar, recibía a los invitados y premiados en la plaza de Oriente, accediendo desde allí a una enorme carpa de seiscientos metros cuadrados, enmoquetada de rojo con los logotipos de Loterías del Estado, que serviría de vestíbulo para que los asistentes pudieran atender a los medios de comunicación entre flashes y entrevistas. Por cierto, quiero destacar que no sólo los invitados y nominados se vistieron con elegancia para la ocasión, como era de esperar, sino que también los periodistas, reporteros y comentaristas acudieron vestidos de gala, con un sentido de la estética y la oportunidad digno de agradecer.
Desde las siete de la tarde empezaron a llegar los invitados, para hacer una aparición escalonada que permitiera a los medios hacer su trabajo con holgura hasta el comienzo de la gala a las diez de la noche.
Todo había sido cuidadosamente ensayado en los días previos al evento: distribución de asistentes, protocolo, recepción y ubicación de autoridades, entradas, salidas, entregas, discursos… Pero, al parecer, a nadie se le ocurrió pensar que ningún espectáculo puede durar casi tres horas sin cansar a los espectadores, tanto los que están presentes en el recinto como los que lo presencian por TV. Un espectáculo que merezca ese nombre ha de ser ágil, dinámico, sorprendente, emotivo, atractivo… En una palabra, memorable. Nada de todo esto encontramos en la entrega de los premios Goya. Un año más, perdimos la oportunidad de asistir a un espectáculo televisivo vibrante y glamuroso, que nos dejara con ganas de más… y no de menos.
Felio Vilarrubias, maestro de maestros del protocolo y la organización de eventos, repite siempre que la preparación de un acto ha de ser larga, pero la ejecución ha de ser corta. Bien, creo que en la gala de los Goya 2011 sólo se cumplió la primera premisa. Una pena.
Tienes toda la razón, Olga. Yo me quede dormido. Una pena.
ResponderEliminarAdemás a nadie se le ocurrio que para los "siting" no hace falta malgastar un folio Din A-4?
José Luis Delgado García
Me temo que no fuiste el único que se quedó dormido, José Luis, porque el programa fue innecesariamente largo,con interminables y reiterativos discursos que no aportaban más que sopor.
ResponderEliminarCon respecto a los carteles de sitting en Din A4, yo creo que sólo estuvieron el día del ensayo y, tal vez, el día del evento al principio, porque durante la entrada de los invitados yo no los vi. Ya sabes que son un instrumento de trabajo muy importante, pero también es cierto que, si van a permanecer expuestos al público, deben tener una cierta estética.Estos son excesivos, pero aclaro que la foto está tomada el día del ensayo.
Gracias por tu comentario y un abrazo,
Los asistentes debieron ser miopes ¡necesitaron una pancarta!
ResponderEliminarInsisto en que creo que los carteles fueron un instrumento de trabajo para los organizadores durante el ensayo, porque cuando entraron los invitados al teatro no estaban.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero, y gracias por comentar.
Al margen de que la gala fuese un tostón, como siempre, no me extraña que nos hayamos dormido, eran las 12 y aún iban por la mitad de la gala. Maldito horario español. Y si lo quieren poner a esa hora tan tarde que lo hagan un sábado. ¡Atiendan al público! (Alex de la Iglesia dixit)
ResponderEliminarSí, Alberto, tienes razón: encima de ser aburrida y larguísima, la gala se programó en un horario nocturno difícil de resistir.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y un saludo.
¿Me podríais decir que empresa fue la encargada de la escenografía?
ResponderEliminarGracias
Pues siento decirte que no conozco ese dato, pero seguramente en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas podrán informarte. Un saludo.
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