Protocolo es un término
polisémico que en el lenguaje cotidiano se interpreta como el correcto
comportamiento y apariencia de las personas y entidades, de manera especial en
sus apariciones públicas, lo que nos lleva a confundirlo a menudo con la
etiqueta. Sin embargo, se trata de dos conceptos distintos, si bien íntimamente
relacionados, ya que ambos se verifican en el contexto de la celebración de los
actos, eventos o acontecimientos especiales de relevancia social.
El protocolo, como
definición, es el conjunto de normas,
técnicas, usos y costumbres necesarias para la correcta organización de un
acto, e incide principalmente en la ordenación de personas, símbolos, espacios
y secuencias temporales, de tal manera que pone de manifiesto ante el público
asistente y los medios de comunicación quién es quién y la relación jerárquica
y de poder que existe entre los protagonistas del acto.
Hablamos de un lenguaje visual de
gran eficacia comunicativa, que es además un código universal, ya que todo el
mundo entiende que el que precede a los demás en una fila de personalidades es
más relevante que el que se sitúa al final, o que la derecha es más importante
que la izquierda. Es, en definitiva, una forma de comunicación no verbal que la
organización dirige hacia sus públicos, en los que busca el reconocimiento de
una imagen positiva. Por lo tanto, el protocolo actúa como vehículo transmisor
del mensaje institucional.
La etiqueta, por su parte, nos remite
a todo lo relativo a los buenos modales y el saber estar, y está
relacionada con los comportamientos, actitudes, indumentarias y vestimentas en
el ámbito de las relaciones sociales. También en este caso hablamos de una
forma de comunicación no verbal, ya que tanto
el atuendo elegido para una determinada ocasión, como el comportamiento
y modales exhibidos, hablan sin necesidad de palabras de quien los ejecuta. El objetivo principal suele ser provocar una buena impresión en los presentes.
Protocolo y etiqueta son, por tanto,
dos maneras distintas pero complementarias de comunicación no verbal. El
primero afecta a las organizaciones y la segunda a las personas, pero ambas tienen como misión principal reflejar una imagen
positiva de quien las suscribe, materializándose en el contexto de las
relaciones sociales y la celebración de los actos. Conviene llamar a cada cosa por su nombre.
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