En una sociedad democrática como la nuestra, todo el mundo
tiene derecho a discrepar y a manifestar su opinión, pero siempre en el marco
de la educación y del respeto. A mi entender, la discrepancia no legitima el exabrupto ni el
menosprecio. Y mucho menos cuando el
interlocutor se ve condicionado por una posición pasiva que no le permite
contestar ni defenderse.
Este fue exactamente el caso que se produjo en la Gala de
los Goya 2015 cuando el cineasta Pedro Almodóvar presentó el premio honorífico a
Antonio Banderas y aprovechó el púlpito que el evento le brindaba para
espetarle al ministro de Cultura, presente entre el público, que no le saludaba
ni le incluía entre los amigos del cine y la cultura. Palabras apoyadas por un
gesto adusto y despectivo. Una falta de respeto en toda regla. Primero, por la
razón de indefensión del ministro que explico más arriba. Y segundo porque, nos
guste o no nos guste, el ministro no deja de ser una alta autoridad del Estado que representa a una institución que nos pertenece a todos.
Las críticas al gobierno y su política están socialmente
aceptadas en el contexto de los actos lúdicos como el que nos ocupa. El
ministro (éste y los que le precedieron) sabe a lo que se expone y lo acepta
con elegancia y buen humor. Como debe ser. Son las reglas del juego. Pero hay
maneras de decir las cosas, y lo de Almodóvar fue una salida de tono imperdonable. Ni gracioso ni oportuno. Unas formas tan groseras desautorizan completamente
las razones que pudieran asistirle.
Ah, y nada de que Almodóvar se ha saltado el protocolo. Esto
no tiene nada que ver con el protocolo. Se trata de buena educación y saber
estar. Ni más ni menos. Y Almodóvar no ha estado a la altura de su talento y la
admiración que le profeso. Un cero para Almodóvar.
Totalmente de acuerdo, la gala estaba yendo estupendamente, reivindicativa pero menos que otras, hasta que llegó él y tuvo que dar la nota nombrando directamente al ministro. Me pareció una falta de respeto que se pudo evitar. Un cero bien grande para Almodóvar.
ResponderEliminarSi estoy de acuerdo. A mí siempre me pareció un fantasma. Además lo cortés no quita lo valiente. Y si tu idea es transmitir tu discrepancia, al ser grosero, el tema central pasa a ser lo grosero que fuiste y no el mensaje que querías transmitir.-
ResponderEliminarCelebro que estemos de acuerdo, Inma y Majo. Muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo Olga, fue una falta de respeto, un desprecio hacia un ministro y la institución que representa, pero, a mi entender comprensible, no justificable pero sí comprensible.
ResponderEliminarSaludos
Claro, Susana. Todas las acciones tienen una explicación, pero, al final, lo que se juzgan son los resultados, no las intenciones.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar. Un saludo,
Gracias por responder a mi comentario Olga. No me siento legitimada para juzgar a nadie. Igual que no creo que nadie debe juzgarme sin haberse puesto antes mis zapatos. Felicidades por el blog. Un saludo.
EliminarQuerida Olga: como siempre muy acertada tu valoración. Desde hace algún tiempo, ciertos "artistas" - que no todos por fortuna-, consideran que el "oficio" les da licencia para trasgredir las formas y la buena educación. Lo ponen de manifiesto en el vestir, en los gestos y en la palabra, confundiendo - y a riesgo de repetirme- el talento con el talante.
ResponderEliminarUn abrazo,
María del Pino Fuentes
Me temo, querida Pino, que esa situación no ocurre solo entre los artistas, sino que se está generalizandon todos los ámbitos. Ya sabes: igualando por abajo.
EliminarGracias por participar y un fuerte abrazo